Poemas para tu princesa en una tarde serena ... Ahh como hacen volar al alma ¡...



14
Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Pablo Neruda.


5


Para que tú me oigas


mis palabras


se adelgazan a veces


como las huellas de las gaviotas en las playas.


Collar, cascabel ebrio


para tus manos suaves como las uvas.


Y las miro lejanas mis palabras.


Más que mías son tuyas.


Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.


Ellas trepan así por las paredes húmedas.


Eres tú la culpable de este juego sangriento.


Ellas están huyendo de mi guarida oscura.


Todo lo llenas tú, todo lo llenas.


Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,


y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.


Ahora quiero que digan lo que quiero decirte


para que tú las oigas como quiero que me oigas.


El viento de la angustia aún las suele arrastrar.


Huracanes de sueños aún a veces las tumban


Escuchas otras voces en mi voz dolorida.


Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.


Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.


Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.


Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.


Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.


Voy haciendo de todas un collar infinito


para tus blancas manos, suaves como las uvas.






Pablo Neruda.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario